El regreso del rey

En orden para ser rey, Jesús debe primero volver a la tierra. Esto tomará lugar en un tiempo de considerable agitación internacional, guerra y agitación política. La Biblia enseña que muchas naciones ser reunirán en un ataque militar contra Israel, y cuando Jesús regrese, los Judíos al fin lo reconocerán como el Mesías que negaron por tanto tiempo. 

Naciones en convulsión

En su Discurso de los Olivos, un famoso pasaje, en el que Jesús expone algunos de los eventos que tomarán lugar previo a su regreso, describe un tiempo de conflicto como nunca ha habido, “desfalleciendo los hombres por temor…” (Lucas 21:26)

Para el seguidor de Jesús, sin embargo, no hay necesidad de temer. Un creyente de la Biblia sabe que este tiempo de tribulación se acerca, y lo reconocerá no como una causa de pánico sino como un signo de que el regreso de Jesús está cerca. Dios está en control de los asuntos mundiales y está balanceando delicadamente las relaciones entre las naciones para guiar hacia el tiempo en que estará bien que Jesús regrese. 

En un lugar estas tensiones son asuntos internacionales y se describen como “dolor de parto”. Toda mujer sabe que, sin intervención médica, dar a luz puede ser en extremo doloroso. De cualquier modo, ese doloroso proceso da cabida a una de las maravillas más grandes que la experiencia humana puede ofrecer: la alegría de un nuevo hijo. Ayuda mucho pensar en la inminente agitación geopolítica en ese sentido. Será como los dolores de parto que preceden la llegada del maravilloso nuevo comienzo del reino de Dios. 

Claro que algunas naciones y algunos exponentes de ciertas ideologías políticas y religiosas ni necesariamente se inclinaran voluntariamente ante la autoridad de Jesús cuando regrese. La fase inicial del establecimiento del reino de Dios involucrará por lo tanto el sometimiento de esos poderes. Dios le ha dado a la humanidad cientos de años para estar en control aparente de su propio destino – permitiendo a los humanos el libre albedrio para establecer reinos y burocracias, golpes y rutas. Para el tiempo del regreso de Jesús, los hombres habrán tenido su oportunidad de hacer esto a su propia manera. Ahora será el turno de Dios de mostrar como debería hacerse por medio de Su hijo Jesús, como su rey y perfecto representante. 

Promesas del regreso de Jesús

Cuando fue resucitado de su muerte después de la crucifixión, Jesús ascendió para estar con su padre hasta que el tiempo esté maduro para el establecimiento del reino de Dios. Mientras tanto, Dios está permitiendo que las buenas noticias de esperanza se dispersen en la tierra, dando a hombres y mujeres la oportunidad de voltear a El mientras que la sociedad como un todo continúa arando su propio surco. 

Cuando Dios ascendió al cielo, hubo un claro mensaje de que volvería de nuevo: 

“Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.”

(Hechos 1:10,11)

Y hay muchos otros pasajes que habla sobre su regreso, por ejemplo: 

“Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre”

(Mateo 24:27)

Jesús, por lo tanto, nos dijo que viviéramos nuestras vidas ahora preparándonos para su venida, vigilando y esperando por su regreso:

“Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor”

(Mateo 24:42; ver también Marcos 13:33)

Una nueva vida

Cuando Jesús vuelva a la tierra habrá una resurrección de los muertos (tocamos esto brevemente cuando vimos sobre la propia resurrección de Jesús) y también un juicio para aquellos que saben lo suficiente sobre el camino de Dios como para estar en una posición de elegir vivir responsablemente ante El o no. Mientras que solo tenemos espacio para mencionar estos temas de pasada, debemos observar brevemente que no hay “almas inmortales” en la Biblia, no hay sentido que cuando muramos de alguna manera existimos afuera de nuestros cuerpos en otro reino. Cuando morimos, estamos muertos – ¡eso es todo! Pero – y es un “pero” crítico – sin embargo, hay esperanza. Es la esperanza de la resurrección en la que los muertos son resucitados – en sus cuerpos, en la tierra, como seres humanos. 

Para aquellos que han creído en Dios y buscaron complacerlo por el modo en que han vivido sus vidas, habrá, por gracias de Dios, un cambio maravilloso que tomará lugar en sus cuerpos y en la naturaleza de sus existencias cuando entren al reino de Dios. El apóstol Pablo describe esto en su carta a los creyentes en Corinto. Escribe sobre la resurrección de aquellos que Dios acepta en el juicio: 

“He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?”

(1 Corintios 15:51-55)

Esto, entonces, es la respuesta a una de las preguntas más grandes de la vida: ¿hay una vida futura, y qué pasa con nosotros cuando morimos? En la revista Financial Times cada fin de semana hay una entrevista con una famosa persona en la que les preguntan si creen o no en una vida futura. Un gran numero dice que si, reflejando una creencia común en la sociedad en general. Pero usualmente hay una falta de certidumbre al respecto y una evidente falta de color y claridad sobre que tipo de forma tomará nuestra existencia futura más allá de la actual. Afortunadamente la Biblia nos deja sin duda porque claramente nos ofrece la posibilidad de una vida inmortal aquí en la tierra la cual compartiremos en perfecto compañerismo con nuestro creador y los unos con los otros en el reino de Dios. 

Esta será una vida sin cáncer, sin Alzheimer, sin más alejamiento entre los humanos y su Dios, y no más peleas entre ellos. No habrá más sufrimiento o dolor para aquellos que resuciten de la muerte y sean agradables a Dios. De hecho, no es solo sobre no tener esto o aquello; también seremos empoderados para usar nuestras capacidades – ya sean físicas, intelectuales, emocionales o espirituales – de una forma mucho más allá de lo que actualmente somos capaces. Quizás podamos asemejarlo a un desbloqueo de nuestro completo potencial como seres humanos – quizás habilidades y experiencias de las que teóricamente éramos capaces, pero nunca pudimos o nunca fuimos lo suficientemente responsables para utilizarlas propiamente. Es un prospecto increíble durante el cual la directiva mayor será finalmente realizada: la gloria de Dios y el conocimiento de ello finalmente llenarán el mundo entero y los seres humanos que viven allí finalmente serán vistos en su potencial completo.

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